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Identidad y ética del profesional de Recursos Humanos  (1)

Jorge B. Mosqueira

 

Debe plantearse la necesidad de un código ético del profesional de Recursos Humanos, como punto de partida hacia una mayor identificación de su rol en las organizaciones y la sociedad argentinas. A la vez, facilitará la toma de decisiones y permitirá un desarrollo más consistente y claro para quienes ejercen hoy la profesión y, muy especialmente, en el futuro.

El ejercicio de actividades referidas a las relaciones del trabajo - más comúnmente conocidas como "recursos humanos" -, ha alcanzado un desarrollo suficiente como para ser considerada una profesión equivalente a cualquier otra de las que son reconocidas en la sociedad. Sin embargo, en nuestro país y en los inicios del siglo XXI, no ha logrado el rango de profesión, entre otros motivos, por la inexistencia de límites éticos claros que darían fundamento a la práctica. En otras palabras, "ética" y "profesión" son términos complementarios que otorgan identidad y es poco probable que quienes se encuentren ejerciendo las actividades referidas a los recursos humanos - hoy y en el futuro -, puedan continuar su desarrollo sobre bases tan difusas. Por este motivo, creemos que es necesario iniciar un análisis y un debate sobre este aspecto puntual, que además coincide con el crecimiento del interés por la ética empresaria, uno de nuestros ámbitos frecuentes de actuación.

Qué entendemos por "identidad"

Evitaremos entrar en perspectivas psicológicas o filosóficas, aún cuando éstas podrían aportar definiciones enriquecedoras sobre cómo nos reconocen. En el sentido en que entenderemos el término, la identidad es una construcción social, que implica no sólo la comprensión de sí mismo y el rol que desempeña en la sociedad, sino que debe completarse con la visión de los otros. La práctica visible de una actividad permite construir la identidad. Nadie podría considerarse pintor si no pinta, o chofer de taxi si no sabe conducir un automóvil. Las habilidades y el desempeño de ciertas funciones otorgan identidad, en la medida en que son manifiestas, comprobables en la realidad, no sólo por el que las ejecuta sino también por quienes las perciben o son sujetos de sus acciones. Aquí nos enfrentamos, además, con un problema central: ¿cómo nos llamamos? Las distintas carreras de grado han optado por distintas denominaciones respondiendo más a razones de marketing que de contenidos u objetivos. En las empresas existe una heterogeneidad similar: Personal, Recursos Humanos, Relaciones Laborales, Relaciones con el Personal, Relaciones del Trabajo, etc. En este sentido, Dave Ulrich, autor de "Recursos Humanos Champions" - con quien comparto muy poco su enfoque vertebral sobre el sentido de la profesión - describe muy bien las dificultades de nuestras debilidades estructurales.

Para confirmar aún más la ambigüedad sobre las que nos movemos, hagamos el ejercicio de suponer cómo describirían al "buen" profesional de Recursos Humanos personalidades tan distintas como los presidentes de distintas empresas.

Qué entendemos por "profesional"

La aproximación más eficaz respecto de la definición de los términos que utilizamos es el diccionario, cuya función principal es, precisamente, fijar el significado de las palabras y su posibles acepciones. En este caso, tomaremos como fuente la que propone el diccionario Webster, por dos motivos: 1) Es la definición más completa entre los diccionarios consultados. 2) Ha sido utilizado como base por el Consejo que agrupa las Asociaciones Profesionales de Recursos Humanos de Canadá, a quienes citaremos más adelante.

Según el diccionario Webster, una profesión es "un llamado, vocación o cargo que requiere conocimientos especializados y frecuentemente, una larga e intensa formación académica". Para ser definida como profesión debe poseer no menos de seis condiciones:

a. Un cuerpo de conocimientos común.
b. El establecimiento de estándares de desempeño.
c. La existencia de una organización profesional representativa.
d. Otorgamientos de matrícula.
e. Reconocimiento externo de la profesión.
f. Un código de ética.

Si quisiéramos ser reconocidos como profesionales, de acuerdo a esta definición, surge claramente que estamos a medio camino. Veamos uno por uno.

Un cuerpo de conocimientos común. A pesar de que las carreras de grado en la especialidad tienen, en Argentina, una historia corta (algo más de 30 años), se ha constituido un cuerpo de conocimientos sólido, a partir del ejercicio de la docencia y las investigaciones. No obstante, existe una gran dispersión en los temas centrales y los avances alcanzados respecto de técnicas, estudios o metodologías de intervención. En principio, aunque se justifica por el reducido mercado, hay baja producción nacional de textos de la especialidad y de irregular calidad, excepto muy calificadas excepciones: Leonardo Schvarstein, Abraham Pain, Jorge Etkin, Aldo Schlemenson, Ernesto Gore y otros pocos. La bibliografía predominante proviene de traducciones de autores estadounidenses, donde solemos encontrarnos con textos de una pobreza intelectual formidable, aunque pese a ello suelen convertirse en best-sellers. El paradigma de la infantilización de dirigentes fue la venta masiva del libro ¿"Quién se ha llevado mi queso?", lo cual habla muy mal del nivel de lectura a los que nos vamos acostumbrando a manejar.

Establecimiento de estándares de desempeño. Es más fácil reconocer estándares en alguna áreas técnicas, tales como Remuneraciones, Capacitación, Legislación Laboral, etc., pero la consistencia se diluye cuando se abordan temas referidos a las relaciones laborales, interpersonales o referidas a la ética profesional. Es una de las cuestiones pendientes.

Existencia de una organización profesional representativa. Existen en la actualidad distintas asociaciones profesionales con personería jurídica, pero no se ha establecido un Consejo Profesional. Es una carencia que, en caso de ser debidamente institucionalizada y administrada, perfilaría los alcances de la profesión de un modo más concreto.

Otorgamientos de certificación. Hoy día nos encontraríamos con muchas dificultades en el otorgamiento de matrículas profesionales debido a que las personas que ejercen provienen de distintos ámbitos académicos (psicología, derecho, sociología, ingeniería, ciencias económicas, etc.), por lo que sería necesario establecer una transición que reconocieran la experiencia, los conocimientos y competencias de cada profesional para ser habilitado.

Reconocimiento externo de la profesión. En este punto claramente estamos a medio camino, ya que nuestra profesión no se encuentra totalmente reconocida en la sociedad. Es la consecuencia de muchas de las situaciones planteadas más arriba, respecto de la diversidad de títulos académicos referidos a los mismos objetivos y contenidos, más el hecho de que cualquier profesional proveniente de otras ramas del saber, o simplemente idóneos, son los que ocupan los cargos o funciones correspondientes a los profesionales de recursos humanos. En este punto debemos detenernos y retomar la primera definición del diccionario respecto del término "profesión", que se vincula a "vocación". Dicho de otro modo, hay una diferencia abismal entre ejercer vocacionalmente una profesión o, simplemente, desempeñar un trabajo remunerado. En términos coloquiales, conseguirse un "trabajito" y, de hecho, el área de Recursos Humanos suele ser con frecuencia el depósito de aquellos gerentes a los que no se les puede despedir por distintas razones (económicas, deuda por viejas lealtades, etc.) y se los ubica allí porque se parte del supuesto que cualquiera puede ejercer la función.

Es parte de la definición que, quien ejerce, debe ser remunerado por ello, pero la remuneración no reemplaza ni reemplazará los fundamentos vocacionales que debieran sustentar la práctica profesional.

Un código de ética. Este punto es el objeto de nuestro trabajo, por lo que nos extenderemos con mayor profundidad en los párrafos que siguen. No obstante, las deficiencias que venimos anotando hasta aquí respecto de las condiciones necesarias para considerarnos profesionales, tienden a poner de manifiesto la importancia de la ética como marco de referencia para todo aquel que desempeñe una función cuyo objeto sea la administración de los recursos humanos. Un ejemplo práctico es la referencia al juramento hipocrático, base del desempeño de los profesionales de la medicina.


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