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Cuatro de cada diez expatriados se van por miedo a frenar su carrera

Cinco Días

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Trabajar en el extranjero, en tiempos de turbulencias económicas, puede ser la mejor fórmula para mantener el estatus empresarial, el salario y hasta el cargo. Según un estudio elaborado por Ernst & Young Abogados y el IESE, entre una muestra de 510 expatriados y 149 repatriados, cuatro de cada diez ejecutivos aseguran que hubiesen podido sufrir alguna consecuencia en caso de no haber aceptado la propuesta. "Este 40,9% de encuestados pensaba que su carrera se rompería si se negaban el traslado" afirma Sandalio Gómez López-Egea, catedrático de Relaciones Laborales de IESE Business School y Universidad de Navarra.

"No se trata de candidatos que la compañía no necesite, sino de personas que estaban cualificadas para unas determinadas funciones y que tras la crisis han quedado sin contenido", añade Marta Álvarez, socia de Ernst & Young.

Poder de convicción

Por ello, lo más importante a la hora de convencer no es la mejora en la retribución -que se da por hecho-, sino otros conceptos. La atractiva experiencia internacional es el principal factor que los directivos tienen en cuenta a la hora de aceptar una expatriación, seguida del aprendizaje profesional, las posibilidades de promoción interna, los beneficios económicos, la capacidad de adaptación cultural y la aceptación por parte del cónyuge. El ser útil para la empresa, sin embargo, aparece en el último lugar.

El 84% de los que se marchan consideran que el "haber sido seleccionado para el proyecto supone un reconocimiento empresarial" y el 49,2% afirma que le servirá para la promoción futura. Sin embargo, no siempre ocurre. Como aseguran los expertos que elaboran el estudio, las empresas no pueden garantizar lo que pasará al cabo de un año o de tres, cuando vuelvan. "Ninguna empresa puede garantizar cómo va ser la vuelta, ni prometer una promoción", explica Gómez López-Egea.

"Lo que es cierto es que depende del perfil. Si el expatriado es joven -la mayoría suele tener de 31 a 40 años- se valorará su experiencia en el exterior para una futura promoción. Si es mayor, lo normal es que se incorpore como un directivo más dentro de la compañía y baje de estatus social, lo que a veces acarrea serios problemas", replica Marta Álvarez.
Pero para unos y otros, pocos son los que se arrepienten de adoptar una decisión de este tipo. Exactamente sólo el 21,6% lo hace. Pese a los lazos familiares y el apego a la tierra, el estudio del IESE y Ernst & Young desbarata la teoría de que a los españoles les cuesta muchísimo adaptarse a otros países. Tan sólo el 11% reconoce haber tenido dificultades para asimilar otras culturas, mientras que el 75% se mostró muy satisfecho con las amistades que había desarrollado en el país de destino. De hecho, son los expatriados que cumplen un periodo de mayor duración los que mejor se desenvuelven, "hasta llegar, incluso, a retrasar o eludir la vuelta" matiza la directora de la consultora.

El 68% de los que se han ido pertenecen a ... continua >>

 


1 COMENTARIOS
Últimos comentarios 
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tete | 13/01/2010
| madrid |
Los que se van de España para trabajar en otro país son emigrantes, si lo vemos desde aquí, e inmigrantes, si se ve desde el país que los acoge. No porque sean cualificados lo son menos y deberíamos no distorsionar estos conceptos, porque lo que España está haciendo es exportar migrantes, como cualquier país, como los que llegan al nuestro buscando una vida mejor. No les llamemos expatriados, son inmigrantes también. O llamemos a todos expatriados, a los africanos que cruzan el Estrecho también. Con una diferencia. A los nuestros no los encierran en un Centro de Internamiento cuando llegan a su destino.