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Goleman y el liderazgo

Jorge Herrero

 

¿Qué directivo de empresa no ha oído hablar de Daniel Goleman en los últimos años? Seguramente muy pocos y la razón es bien sencilla: con dos auténticos best-sellers  a sus espaldas, Goleman ha sabido divulgar mejor que nadie el concepto de Inteligencia Emocional y la importancia que ella tiene en el mundo de los negocios. Lo que este psicólogo y antiguo profesor de Harvard nos dice resulta revelador, especialmente si se analiza bajo el prisma de las antiguas creencias que afirmaban que los factores que mejor predicen el éxito profesional están relacionados con el coeficiente intelectual, los expedientes académicos o el dominio de una técnica.

 

Quienes hayan leído su libro “La práctica de la inteligencia emocional” se habrán convencido de lo crítico que resulta hoy en día, para muchas profesiones, el desarrollo de determinadas competencias emocionales como pueden ser la autoestima, la empatía o la capacidad de influencia en los demás. Esta ha sido la mayor contribución de Goleman, conseguir que vaya calando entre el gran público, y en todos los medios, la idea de que ese mundo de lo emocional, a menudo olvidado o arrinconado frente a lo racional, tiene un impacto tremendo en las relaciones interpersonales. Porque los fundamentos de la inteligencia emocional ya habían sido profundamente desarrollados durante décadas por David McClelland, fundador de Hay/McBer y maestro de Goleman, y aplicados con éxito en numerosas empresas bajo la denominación de gestión por competencias.

 

Podemos estar seguros de que esta extraordinaria capacidad divulgadora que posee Goleman se va a poner de manifiesto nuevamente durante las próximas semanas y meses. El motivo es la publicación en el último número de la Harvard Business Review, la revista más prestigiosa en temas de gestión empresarial, de su artículo “Leadership that gets results” en el que aborda la cuestión más crucial que toda organización debe plantearse en un entorno fuertemente competitivo: cómo desarrollar un liderazgo de alto rendimiento, un liderazgo que sea capaz de mejorar sistemáticamente los resultados empresariales medidos en términos de creación de valor, productividad, calidad de servicio percibida por el cliente, etc.

 

La respuesta que nos ofrece David Goleman en su artículo, y que tiene como base una investigación realizada recientemente por Hay/McBer  en la que se analiza una muestra de casi 4.000 directivos de todo el mundo, demuestra la existencia de seis diferentes estilos de dirección –coercitivo, imitativo, afiliativo, orientativo, participativo y capacitador- que se originan a partir de distintos componentes de la inteligencia emocional. Estos estilos de dirección, considerados separadamente, tienen un impacto directo en el clima organizativo que se respira y percibe en un equipo de trabajo y, en consecuencia, en los resultados que es capaz de generar en la empresa. Y más importante todavía, el mejor liderazgo es aquél que se sustenta en una utilización apropiada de los diferentes estilos de dirección, de acuerdo con cada situación  y con las características de los colaboradores.

 

Jorge Herrero