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"Lo he intentado en vano demasiado pronto"

José Carlos Amo Pérez

 

En Septiembre de 1610 Galileo Galilei envió al entonces embajador de Toscana en Praga, Julian de Médicis, un anagrama con el que el científico intentaba acreditar la autoría de un importante descubrimiento. El anagrama decía “Haec immatura a me jam frustra leguntoroy” –lo he intentado en vano demasiado pronto-.

 

Esta práctica de comunicar descubrimientos en clave, muy normal en la época, ya había sido utilizada con anterioridad por Galileo al “informar” al embajador toscano de su hallazgo de los anillos de Saturno. Galileo utilizaba como traductor de éstos indescifrables códigos a su amigo Johannes Kepler, residente en Praga y astrónomo de Rodolfo II, quien no parecía demostrar la misma capacidad desentrañando el sentido oculto de las frases que calculando la órbita de Marte.

 

La solución que Kepler dio al anagrama de su colega Galileo fue “Macula rufa in Jove est gyratur mathem, etc.” –En Júpiter hay una mancha roja que gira matemáticamente-. Desgraciadamente Kepler había vuelto a equivocar su respuesta. Lo que en realidad Galileo comunicaba en su anagrama era “Cynthiae figuras aemulatur mater amorum”, que traducido viene a decir “la madre del amor emula la forma de Cynthia”, o sea, Venus emula a la Luna. Lo que Galileo estaba comunicando era que había constatado en su telescopio que Venus presentaba fases parecidas a las de la Luna,  hecho que hacía más consistente la teoría coopernicana del universo.

 

Galileo comunicaba su pensamiento mediante un código cifrado que, como hemos visto, podía ser interpretado en diferentes modos, no todos correctos. En los últimos meses otros grandes pensadores, esta vez en el campo de la gestión empresarial, nos vienen comunicando de modo hermético sus grandes descubrimientos: “El capital intelectual es el mayor activo que poseen las empresas”. Igual que para Galileo y Kepler, este tipo de afirmaciones han supuesto una serie de visiones coopernicanamente distintas a las clásicas.

 

A partir de este tipo de mensajes en la empresas se identifica el capital intelectual, se retiene, se valora, se motiva, se lidera, etc... Se escriben  artículos y libros, se imparten seminarios y másters e incluso se diseñan páginas web y portales acerca de lo necesario que se hace gestionar el talento y el conocimiento que todas las empresas poseen.

 

Pero ¿no estaremos traduciendo incorrectamente las aportaciones de los gurús de la gestión del capital humano?. Las últimas semanas (y meses) han sido también especialmente fructíferos en recopilar noticias de empresas que optan por despidos masivos de personas que se suponía que eran el mayor capital que dichas organizaciones poseían, al menos según la traducción del código de los gurús. Frente a la proliferación de exaltaciones humanísticas y su dotación intelectual podemos comprobar cómo numerosas empresas, no sólo puntocom sino también clásicas, están optando por la reducción de plantilla, más o menos traumática, como forma de amortiguar el efecto de la crisis.

 

Desde luego gestionar el talento viene a ser lo mismo que gestionar la capacidad de aprender a nivel individual y a nivel organizacional. Gestionar el talento debe estar de algún modo relacionado con fomentar el pensamiento creativo dentro de las organizaciones. Todavía muchas culturas organizacionales, y muchos estilos de gestión, no toleran bien a quien dentro de las empresas desean aprender o exponen abiertamente sus ideas, cuanto más si son innovadoras. Sin embargo el talento, el conocimiento y quien lo posee son objeto de paradojas tipo “retener-despedir”.

 

Puede que se requiera una cantidad enorme de talento (de capital intelectual) para tener la suficiente visión que permita haber sido capaz de anticiparse eficientemente a una crisis. Puede que se requiera bastante talento organizacional para pedir que se busquen respuestas más creativas que la reducción de plantilla ante una crisis. Pero a los consultores nos cuesta mucho esfuerzo explicarles a los profanos el valor del talento y del conocimiento en la empresa y el motivo por el que se deciden hacer ajustes de plantilla vía prejubilación y no prescindiendo de los que aporten menos talento, sea cual sea su edad. Y ya saben la famosa frase de Einstein “No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela”.

 

Deberíamos, quizá, meditar acerca del verdadero significado de “el capital intelectual es el mayor activo de una empresa”. Meditar acerca de si, de verdad, nuestros directivos y nuestras estructuras de decisión están interpretando correctamente los anagramas que los investigadores de la dirección de empresas nos proponen. Deberíamos meditar si tienen la valentía necesaria para implantarlos.

 

Volviendo a los anagramas de Galileo: Kepler supo en Octubre de 1610 que su lectura de la frase de Galileo sobre manchas en Júpiter era incorrecta, pero ni a él ni a ningún otro hasta H. S. Schwabe en 1831 se les ocurrió comprobar si Júpiter presentaba manchas rojas. ¿Pasará lo mismo con el Capital Intelectual?.

 

 

José Carlos Amo Pérez.

Gerente del Área de Recursos Humanos.

Cofor, S.A.