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¿Todo vale en la gestión de empresas?

Cristina Moltó

 

Queramos o no queramos, a día de hoy la importancia de una buena gestión en lo que a empresa se refiere es fundamental. Evidentemente, todo ese funcionamiento pasa por una serie de condicionantes que en mayor o menor medida están íntimamente relacionados. Todos ellos son lo que provocan el desarrollo real de cualquier empresa. Es más, condicionantes como planificación y composición de plantillas, división de las distintas funciones a desempeñar, utilización de informática, outsourcing. son elementos que aparentemente pueden carecer de importancia o pasar más desapercibidos puesto que están ahí, pero resultan todo lo contrario, de ahí su importancia.

A todos estos factores, hay que añadirle uno más, que en mi modesta opinión, resulta fundamental: las personas que la integran. Atendiendo a su naturaleza, su formación, su funcionamiento y, porqué no, a su propio carácter darán lugar a formar parte del "cuerpo real" de la organización a la que pertenecen. Es por ello, por lo que esa planificación y composición de plantilla hacen se tengan en cuenta factores tales como el número de personas a contratar, las que resultan totalmente necesarias para el continuo funcionamiento (carácter permanente) o las que lo son para hechos puntuales (cubren necesidades puntuales), las funciones que van a llevar a cabo: una o varias dependiendo de la actividad o de su propia capacidad, los costes que ello lleva consigo, gente más o menos especializada para el desempeño de funciones e incluso cargos de importancia dentro de la empresa. Todo ha de tenerse muy en cuenta, sobre todo si nos damos cuenta de que todo funciona muy deprisa, de forma muy acelerada y con una necesidad de adaptación impresionante, se ha de estar preparado para cualquier cosa, entre otras cosas porque lo que hoy funciona, mañana no, lo que hoy es válido, mañana deja de serlo.

Contar con los medios adecuados es difícil, pero contar con las personas idóneas lo es mucho más porque nuestra naturaleza es completamente diferente. Si a esto se le añade el que el entorno en el que se trabaja es más o menos rígido, es cómodo o no para trabajar, resulta fácil o difícil con las personas que lo componen o llega a ser más o menos estresante, resulta más complicado todavía. Ahí, el factor "organización" es básico, aunque, a veces, es muy complejo ya que los resultados no son siempre los esperados. Es más, partiendo de la base de que en una empresa "nunca es suficiente" o "siempre puede mejorarse", muchas veces no se tiene en cuenta que los objetivos van directamente ligados a unos segundos propósitos, es decir, muchas veces los intereses propios son antepuestos a los de la propia empresa. Ahí, es donde aparecen cosas como "cortocircuitos", malas interpretaciones, mal funcionamiento (ya que se cuenta con diversas unidades funcionales), mal entorno de trabajo, estrés por realizar lo esperado de la mejor manera y en el menor tiempo posible., no se buscan y mucho menos se quiere que aparezcan, pero, afloran.

Una vez más, vemos lo complicadísimo que debe resultar ya no sólo llevar una empresa de por sí sino el aunar a todas las personas que la componen. ¿Por qué? Muy sencillo, el intentar establecer un equilibrio entre las necesidades propias de la empresa y al mismo tiempo satisfacer las necesidades de sus trabajadores es una tarea realmente difícil porque nunca, las decisiones que se toman agradan de la misma forma a las dos partes: "si la decisión es buena para los objetivos de la empresa, es mala para sus 'recursos' o viceversa". Nunca se está conforme, por eso la toma decisiones nunca cubre un 100% de satisfacción para ninguna de las dos partes y lo peor es que el posible margen de error no está permitido por ambas partes.

Los modelos que nos presentan Rummler y Brache como el de Michael Porter, ¿realmente son los adecuados?. Podemos establecer otros que puedan ser mejores? ¿Cómo sabemos cuándo acertamos, cuando los resultados son positivos? Pueden ser positivos para una cosa pero negativos para otra o al contrario. ¿Ejemplos? Puedo establecer muchos pero voy a quedarme con dos que realmente me llaman mucho la atención. Uno, la utilización de informática: nosotros podemos creer que es genial, que puede servirnos de una gran ayuda pero. ¿realmente es así? Se supone que sí porque además de agilizar nuestro trabajo puede ayudarnos a realizarlo con mucha más rapidez, pero realmente la respuesta es no cuando lo utilizamos como excusa para no realizar adecuadamente nuestro trabajo o cuando la tomamos con recelo por la posibilidad de perder nuestro empleo o nuestro número de actividades. ¿Sí o no?

Ejemplo dos: cuando contratamos a alguien podemos creer que contratamos al mejor candidato o a la persona más cualificada y capacitada para desenvolverse en nuestra empresa, pero ¿cuando los resultados no son así?, y ¿cuando creemos que estamos descartando a una persona que puede no ser la adecuada y finalmente puede ser la mejor opción? Qué sucede ahí?

Cómo veis todo, absolutamente todo puede tener un interrogante si quiero buscarlo, porque todo es relativo, todo vale y no, todo puede cuestionar o no; sólo hace falta pensar un poquito para creer que las cosas son o no son como nosotros las queremos. En esto, la estrategia que yo quiera emplear en ello y sobre todo, el propio convencimiento de realizar una cosa u otra es lo que va a desembocar en el resultado final.

¿Dudas? Podría plantear muchísimas ya que si en filosofía todo es cuestionable, en la vida real y sobre todo en cosas tan cambiantes como la empresa, y cuando digo empresa me refiero a las personas que la forman, todo puede cuestionarse mucho más.

¿Personalmente? las cosas son tan sencillas o tan complicadas dependiendo de nosotros mismos, es decir, si queremos complicar las cosas conseguimos hacerlo aunque resulten ser absurdas. Sin embargo, si queremos simplificar las cosas y tratarlas como si fuesen algo rutinario, también lo conseguidos. ¿Capacidad? Tenemos para eso y mucho más, como he dicho, todo depende absolutamente de nosotros. El problema está en cómo decidir hacerlo, eso es todo.

Cristina Moltó Moreno